Nos hemos acostumbrado a la violencia, pero la violencia tiene un componente dinámico que en su fugacidad nos impide apreciar a detalle toda la víscera, sangre y demás entripado, dejándonos con la fugacidad del impacto. ¿Qué es lo que sucede cuando algo que es prácticamente silente, estático y hasta cierto punto monótono resulta aún más impactante que la escena de violencia más hiperactiva de una cinta de Tarantino, Scorsese, Miike o Sono? Estamos ante la exposición de violencia más gráfica que el ser humano podría imaginar, sustituyendo el artificio y una elegantemente coreografiada danza letal por el naturalismo y el sutil salvajismo de un bisturí diseccionando un cadáver.
Orozco… toma como referente inmediato la obra maestra experimental del cineasta y téorico norteamericano Stan Brakhage, The Act of Seeing with one´s own eyes de 1971 en el que sin necesidad de audio y apoyándose únicamente en la potencia de cuerpos en estado de descomposición siendo abiertos estamos expuestos ante la degradación física en toda su plenitud. Se podría decir que lo Brakhage hizo, y continúa haciendo con un inmenso legado artístico en el cine experimental, es tratar abiertamente la cuestión de los hábitos del espectador, la creación de imágenes y cómo el cine puede ser utilizado de manera indiscriminada para expresar profundamente personales puntos de vista sobre el arte y la vida misma, de la misma manera que Espinoza Paz y sus canciones.
Aunque resulta a todas luces obvio que la finalidad del documental es la de asombrar y su función es meramente explotativa, no se puede negar el poder de las imágenes, que causarían la envidia hasta de los fotógrafos mas consagrados de La Prensa y del Alarma! y que resultan en un macabro entretenimiento que encuentra en el morbo el horror de lo cotidiano, la quietud de la violencia más gráfica y el humor en la más pesada seriedad: la de la muerte.