‘Apuesta maestra’ y la imposición de la palabra

El debut como director del aclamado guionista Aaron Sorkin (The West Wing, The Social Network) era una cuestión de tiempo. Después de todo, su nombre es presentado por encima de los directores con los que colabora o es usado como gancho de ventas para el público.

Codiciado por su pluma desde hace varios años gracias a la rapidez de sus diálogos y la eficacia de sus estructuras dramáticas, Sorkin entrega en su primer trabajo detrás de la cámara una cinta al más puro estilo del viejo Hollywood, en el sentido de que la trascendencia del producto tiene como centro a las estrellas en pantalla y las palabras que los acompañan.

Apuesta maestra (Molly’s Game, 2017) toma como base el libro homónimo donde la señorita Molly Bloom narra cómo se convirtió en una de las organizadoras de poker clandestino más importantes de los Estados Unidos, así como la distante relación que mantiene con su padre y su fallida carrera como atleta olímpica. Estamos así frente a una clásica historia de poder, desenfreno y la realización del bello (para ellos) sueño americano.

En pocas palabras, Sorkin no podría haber elegido una historia más gringa para arrancar su carrera de realizador y él hace poco por salirse de ese molde. La suya es una historia de redención que no ofrece una mirada nueva sobre el tema de la ambición o la manera en que Estados Unidos construye a sus figuras mediáticas, como sí lo lograba en el libreto de La red social (The Social Network, 2010), por ejemplo.

Son las actuaciones de Jessica Chastain (<3) e Idris Elba las que logran mantener la película en sintonía, apoyados, claro, en los rápidos diálogos de Sorkin. Cada línea del guión parece estar llena de referencias, anotaciones y comentarios sobre el mundo en general. De historia griega a minucias del diccionario, los personajes de Sorkin seguro terminan con dolor de mandíbula después de cada jornada.

Los enunciados de Sorkin son los encargados de generar la pirotecnia de una historia menos profunda de lo que aparenta ser. Las palabras gobiernan a la cámara y dictan su proceder, imponen el ritmo y la acción. El ejercicio puede resultar entretenido y abrumador por partes iguales, además de un poco vacío cuando la última voz de extingue.

La adición perfecta para esas tardes del 7.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Ésta es una reedición de nuestra cobertura de Cabos International Film Festival.

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