¿Cuánto no se ha escrito sobre la “falta de originalidad” que ataca Hollywood como una plaga que se recibe con la cartera abierta? Los ejecutivos y los  “creativos” de los sistemas de estudios se han convertido en pepenadores profesionales al rascar en los inframundos de la tele basura para arañar algunos dólares de una complaciente audiencia, que ante la falta de oferta, cede a la glamorización y reempaquetado de tales subproductos.

Quizá CHIPS: Patrulla motorizada recargada no sea el peor ejemplo de esta tendencia, ni tan mala como el párrafo anterior pudiera hacer creer, pero, cuando menos, es la película que esta semana nos lleva a tocar el tema de nuevo. Esta vez no hay mucho que decir, más allá de que esta cinta fue escrita y dirigida por el desabrido comediante Dax Shepard, mente maestra detrás de la mediocre Hit and Run (2012) en la que aparece Bradley Cooper antes de volverse el Action Man preferido de David O’Russell.

La película, basada en la serie de televisión homónima de finales de los años 70,  pone a un agente del FBI en una misión encubierta para descubrir una operación criminal que se gesta al interior de la policía patrullera de California, el problema es que a Frank Poncharello o “Ponch” pa’ los cuates (Michael Peña) le toca ser pareja de Jon Baker (Shepard), un frito ex piloto de motocross que ve en su actual empleo la oportunidad de impresionar a su fría y sexy esposa Karen (Kristen Bell).

El humor de la película no escatima en lo escatológico, la chabacanería genital y un sentido de masculinidad tan rancio como la capa de mousse que Erick Estrada lleva puesta desde 1978. ¿Me reiré al ver CHIPS? Desde luego que sí, al menos un par de veces gracias al inacabable carisma del gran Michael Peña, que con facilidad confirma las virtudes que ya le habíamos visto en la valiosa Ant Man (2015)

¿Soy una persona reprobable por encontrar el humor sexista de la película medianamente divertido? No, en lo absoluto, pero hay, cuando menos en localidades mexicanas, mejores ofertas con las que disfrutar y reír, independientemente de la corrección o incorrección política.

El problema de CHIPS es que en lugar de llevar ese cínico sexismo a un punzante paroxismo que pudiese ser leído como “satírico”, léase Borat (2006) o Brüno (2009) del antes hilarante Sacha Baron Cohen, Shepard somete a sus personajes a un análisis psicológico (que no psicoanálisis) tan profundo y certero como los horóscopos de Walter Mercado para darles “profundidad” y, ya saben, mover a la gente con sesudas reflexiones sobre por que los hombres son o insufribles pusilánimes o voraces adictos a las vaginas redimidos por sus capacidades para atrapar bad hombres y hacer trucos de motocross, una idea más tóxica que el humo de una vieja Kawasaki a toda potencia.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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