‘Bone Tomahawk’: El western en toda su crudeza

Sin importar qué tanto se le dé por muerto, el género por antonomasia del cine estadounidense, el western, jamás abandonará las salas de cine porque son narraciones que corresponden a una época clave en la creación de una nación multicultural. Una etapa histórica llena de sucesos claves. Los años cuando se forjaron varios de los grandes mitos del país de las barras y las estrellas.

Así como los relatos de leyendas de cualquier otra cultura, los pasajes del viejo oeste constituyen la personificación de varios de los anhelos, así como temores, de una nación. Un país construido sobre las promesas de cambio y esperanza. El vaquero representa el máximo ideal del sueño americano, la sensación de libertad total y absoluta. Un ser humano encontrando poco a poco su propio lugar en este mundo. Por su cuenta, viviendo al día, al momento. Con su propio código de ética y conducta. Bone Tomahawk, el debut como director de S Craig Zahler, es clara muestra de la vitalidad que se le puede imprimir al género más clásico del cine (junto con el terror) sabiendo cómo manejarlo. Estamos ante una astuta combinación de elementos fílmicos, con un guión impecable, lleno de diálogos trabajados y personajes bien explorados. Rebasando las dos horas de duración, no hay un solo momento que se desperdicie en su metraje. La cámara del antiguo novelista es precisa y mesurada, deja respirar, permite que cada acontecimiento se desenvuelva de manera natural. Es difícil creer que esta es la opera prima de su realizador.

La trama como tal es bastante básica: miembros de una tribu indígena salvaje, y poco conocida, secuestran a dos habitantes del pueblo de Bright Hope. El sheriff Franklin Hunt (Kurt Russell con su magnífico bigote y barba) encabeza el grupo de rescate con su veterano ayudante, un fino y bastante mujeriego caballero, y el esposo de una dama secuestrada por los antagonistas. Pero esta no es una glamorosa aventura de acción y grandes actos heroicos. La travesía hacia el valle donde reside la tribu está repleta de numerosos inconvenientes. No sólo la distancia jugará un papel importante. No tardan en aparecer grupos de bandidos, ni hablar sobre tener que racionar las provisiones. Sumemos a esto la pierna herida de uno de los protagonistas y llegar al escenario de la batalla será quizás un reto tanto o más grande que cazar a los trogloditas.

Las motivaciones de cada personaje son desentrañadas con tacto y precisión, sus motivaciones perfectamente definidas. Cada personaje logra ser elevado de cualquier estereotipo cansado del género, alzando cada uno propia voz e identidad. El casanova del grupo, en apariencia racista, revela ser una persona mucho más compleja. El visceral esposo herido da humanidad a sus impulsos. El nostálgico ayudante del sheriff, obsesionado con la figura de su difunta esposa, se convierte en más que un mero viejo hablador. Kurt Russell vuelve a recordarnos la absoluta presencia en escena que aún comanda el héroe eterno de John Carpenter.

Se ha querido vender la cinta como una fusión de horror y western, si bien existen claros ingredientes del primero, esto es algo más que otro tedioso ejercicio de género hecho por gente queriendo imitar otras películas. Bone Tomahawk es un trabajo artesanal realizado con sumo cuidado. Con cada detalle pulido a consciencia, sin trucos ni engaños. Sin duda una de las mejores películas de este año. Revisión obligada para cualquiera que quiera entender la importancia del western en el séptimo arte.

Por Rubén Martínez Pintos (@SartanaDjango)

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