‘Una chica regresa sola a casa de noche’: La vampiresa y la melomanía

En la ficticia Bad City, un solitario pueblo en Irán, una misteriosa chica (Sheila Vand) vagabundea por las noches en búsqueda de sangre. Los habitantes desconocen su condición de vampiro y sus víctimas suelen ser hombres misóginos. Su modus vivendi se verá cuestionado tras conocer a Arash (Arash Marandi), un joven amable, diferenciándose del tipo de individuos que suele atacar. Así, surgirá un vínculo que será imposible de romper.

En Una chica regresa sola a casa de noche (A Girl Walks Home Alone at Night, 2014), la realizadora angloiraní Ana Lily Amirpour presenta su ópera prima alejándose de propuestas mainstreams como el relato de existencia de Louis en Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampire, 1994), con una esencia más similar a propuestas indies de vampiros como un amor moderno del imaginario de Jim Jarmusch en Sólo los amantes sobreviven (Only Lovers Left Alive, 2013).

Basándose en su novela gráfica y en un corto de su autoría que retoma la premisa de la ambulante vampiresa, Amirpour lo dota de estilo, conjugando también algunos de los preceptos básicos del vampirismo sabido por doquier: los ataques nocturnos, los colmillos, su velocidad y su obligado descanso diurno. Además de horror, es una oda al western, percibiéndose la desolación y pobreza que invaden cada rincón del poblado en concreto, desde sus calles hasta sus fábricas, y en los pocos personajes que desfilan en el relato.

A su vez, la chica del título, identificada con un velo oscuro y aficionada al mood ochentero musical, no realiza baños de sangre al azar. Pretende hacer una “justicia social” al elegir como sus presas a hombres misóginos, entre ellos un dealer que extorsiona y pretende abusar de una mujer. Cada uno de los personajes del relato tiene dificultades palpables que reflejan el lado más escabroso de una sociedad, sumándose a ello la infancia turbada por el realismo, el padre drogadicto que es incapaz de valerse por sí mismo y provoca conflicto al hijo, la prostituta obligada a vender su cuerpo para sobrevivir y la niña “bien” que invierte en su belleza sin importarle nada sustancial en su entorno. El naciente amor entre Arash y la joven es peculiar por sus respectivas formas de vida, aceptándose de manera incondicional sin importar las malas acciones que llevan a cuestas.

La sencillez del guion de Amirpour se respalda en gran medida del lúgubre e interesante estilo visual en blanco y negro, reminiscente de la propia novela gráfica que está tan en boga últimamente y el ritmo que pudo haberse tornado lento por la calma en los sucesos se dinamiza gracias al atractivo soundtrack que acompaña tanto las instancias de contemplación como aquellas en las que el romance entre los estelares despega de manera inevitable.

Ecléctico y desconocido por tratarse de artistas independientes, algunos oriundos de Irán, el soundtrack contiene desde atisbos de música moderna al estilo “spaghetti western” semejante a aquello logrado en el pasado por Ennio Morricone, la balada que da cabida a la intimidad, la tonada electrónica de Medio Oriente  y el rock inglés de White Lies.

Así, Una chica regresa sola a casa de noche es más que su autodenominación “western iraní de vampiros” gracias a su original planteamiento, su concepción audiovisual y a su crítica social, acompañada por la representación de una “antiheroína” un tanto feminista que se dedica meramente a existir.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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