Una familia de los suburbios trata de tener una tranquila cena familiar el día que se muda a la casa de sus sueños. La hija, como toda adolescente, prefiere salir con sus amigos. En medio de la discusión sobre qué es lo que debe hacerse, tres extraños irrumpen en la casa y comienza la pesadilla.

La historia de Solos en la oscuridad (Secuestrados, 2010) es simple y su director, Miguel Ángel Vivas, no se complica contándola lo que da como resultado una película sencilla y atractiva de ver.

Al igual que Hitchcock en La Soga (Rope, 1948), guardadas las distancias, Vivas utiliza planos secuencias para mantener la tensión en la pantalla, sin necesidad de meterse en planos filosófico-existenciales como hacen muchos directores hoy día tratando de darle a sus filmes significado –la mayoría se queda en el intento–.

El aspecto que más llama mi atención sobre esta producción española es su cambio de título para la cartelera Mexicana. Entiendo cuando deciden cambiarle el título original  a cintas gringas y poner algo que carece de la intención original de sus creadores o le agregan complementos que ni al caso –Juno: crecer, correr y tropezar es un ejemplo perfecto–. Aquí el cambio de nombre sólo puede responder a que las autoridades mexicanas hayan buscado evitar quejas o reclamos de algunos sectores de la sociedad que buscan combatir un delito tan grave como el secuestro, si no es el caso estamos ante una decisión inexplicable parecida a Hechizo de tiempo (Groundhog day) o El amor cuesta caro (Intolerable Cruelty).

Secuestrados mantiene, al igual que otras películas de este subgénero, un trazo esquemático en sus personajes. Tenemos al ladrón líder que se impone a los otras, el ladrón que seguro usa algún tipo de droga –y a la menor provocación dispara o viola a alguien– y el ladrón bueno, además de la madre sollozando, la adolescente abusada y el padre que acepta su destino. Agreguen un hippie barbón y tenemos un bonito cuadro bíblico.

Particularmente llama mi atención el parecido de Secuestrados con el remake de  Sangriento día de las madres (Mother’s day, 2010) –desconozco el original de Troma–.  Quitando la tématica de la celebración de nuestras progenitoras estamos ante la misma película con idénticos resultados: cintas entretenidas y que mantienen al espectador interesado, pero no más.

Emociones  fuertes pero limitadas a ese plano, cine para verse con el estómago.

Por Rafael Paz

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