‘La casa de al lado’: El susto previsible

Una chica camina de manera extraña por el pasillo de su casa. Presumimos que algo le afecta por la manera en que avanza, además de que el director y el fotógrafo se empeñan en escondernos su rostro con mucha insistencia –una actitud bastante sospechosa, por cierto–. Acto seguido la vemos asesinar a sus padres y correr por el bosque.

Un par de años después, Sarah (Elisabeth Shue) y su hija, Elissa (Jennifer Lawrence), se mudan a una linda vivienda en los linderos del bosque. En teoría, la casa de junto está vacía, pero pronto descubrirán que no es así. Alguien sigue viviendo en la residencia de los terribles asesinatos de las primeras escenas. ¿Nadie lo vio venir, verdad?

La casa de al lado (House at the End of the Street, 2012) es una interminable sucesión de sorpresivos –ay, ajá– giros de tuerca. Metidos a la fuerza como un chiste racista en una convención del Partido Demócrata.

El filme se apoya en el reciente ascenso al súperestrellato de su protagonista, Jennifer Lawrence. Saben que los adolescentes que salieron satisfechos de ver Los Juegos del Hambre (The Hunger Games, 2012) están ansiosos de ver a la actriz en pantalla, el asunto es lo poco explotada que se encuentra su actuación.

Al igual que Elisabeth Shue, se nota que Lawrence vino a cobrar su cheque y a nada más. Tampoco ayuda que su personaje nunca se desarrolle de manera satisfactoria, Elissa carece de toda chispa y de una actitud previsible como todos los nudos en la trama.

Mark Tonderai, director de la cinta, nunca logra imponer un ritmo, ni una atmósfera, que sea beneficioso. Los pocos gritos que logra se deben más al golpe auditivo en los tímpanos que a lo visto en pantalla.

La casa de al lado termina por ser una cruza entre la novela juvenil del canal 2 y el trabajo de Wes Craven, dando como resultado una película de terror insípida y pasteurizada, pronosticable desde sus primeros minutos. Cualquier escalofrío que se presente al verla es mera coincidencia.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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