66 Muestra | ‘Asako I & II’: El agua y el río

Una persona es una imagen con la capacidad de cambiar, pero, en cuyas diversas transformaciones, desconocemos su verdadera esencia. En El mito del cine total, André Bazin dice que para los pioneros del cine (Edison, Marey, Muybridge) la producción de imágenes genera una ilusión de continuidad, una representación fiel y total del mundo, aunque lo que crea la ilusión de realidad es el movimiento. Esta dicotomía entre una imagen fija y el movimiento encuentra una bella ilustración en los primeros minutos de Asako I y II, la nueva película del cineasta japonés Ryusuke Hamaguchi.

La película abre con un grupo de niños prendiendo fuegos artificiales, esto detona el encuentro entre la joven Asako y el enigmático Baku, del cual la joven queda perdidamente enamorada. Unos minutos después de la película, Asako entra a una galería donde se exhiben fotografías bajo el título “El mismo y los otros”, mientras sigue al misterioso joven. Ambos inician un tórrido romance. Naturaleza y artificio detonan la historia.

Un día, Baku desaparece y unos años más tarde, Asako conoce a Ryohei, un joven profesionista idéntico a Baku pero con una personalidad radicalmente distinta con el que inicia una relación marcada por una placida calma. Sin embargo, cuando Baku reaparece, ahora como un popular modelo, Asako se debate entre dos hombres que comparten una misma imagen, pero movimientos y tiempos distintos.

Baku y Ryohei son velocidad y quietud, una combinación que crea un dilema para Asako y quizá, para la audiencia también, ¿nos causa fascinación una imagen o la ilusión de ser real que genera? Hamaguchi crea alrededor de este dilema una narrativa que se desarrolla con envidiable naturalidad, dejando la incógnita que mueve su relato sin una respuesta evidente, sembrando una incertidumbre que pareciera ser el eco de otras preguntas planteadas por Burning (Lee Chang Dong, 2018). Películas que comparten hasta el misterioso maullido de un gato.

En su película anterior Happy Hour (2016), Hamaguchi hizo patente su gusto por el encuadre y la composición cinematográfico-teatral, los desdoblamientos de personalidad y el uso de la conversación como un elemento cinematográfico generando puntos de encuentro con cineastas como Jacques Rivette o Hong Sang-soo y aunque estos elementos también se encuentran presentes en Asako I y II, Hamaguchi deja ligeramente de lado la referencialidad para enfocarse en cuestionar nuestra fascinación y sumisión ante la imagen, su movimiento o la ausencia del mismo. Regresar el cine a su punto de origen.

En El mito del cine total, Bazin decía que el cine más vanguardista era el que se acercaba a las primeras preocupaciones del mismo: la reproducción fiel de la realidad, una suerte de naturalismo imperfecto, dado que siempre es artificial. Hamaguchi usa el fuego, el agua, la caída del sol o la brusquedad de un terremoto como elementos que estructuran la película y que evocan la esencia de lo cinematográfico: la ilusión de realidad. Asako no puede estar segura de si realmente está enamorada de Baku o Ryohei, igual que nosotros no sabemos si un río nos hipnotiza por la transparencia del agua o por su cambiante flujo.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

 

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