60 Muestra | ‘Buey neón’: Limitaciones del ser

La vaquejada es una espectáculo con cercanía a lo deportivo originaria de la región nordeste de Brasil. Esta suerte de rodeo consiste en la sincronización del  andar de un buey liberado al paso de dos caballos coordinados por sus respectivos jinetes, quienes al controlar el paso del bovino, tendrán que proseguir a derribarlo.

Es al mundo que rodea estas exhibiciones al que nos adentra el cineasta brasileño Gabriel Mascaro en su segundo largometraje de ficción, Boi Neon. Iremar, un trabajador encargado del cuidado de los bueyes participantes, pero que realmente añora ser parte de la industria de la moda. Iremar y las vaquejadas son el instrumento de elección en este filme para invitarnos a este tradicional submundo campesino brasileño que funciona como una ilustración de la confrontación actual que sufre el Brasil moderno, donde la tradición y el mundo del campo se enfrentan a la emergente economía manufacturera del boom brasileño.

Con una puesta cuasi documental, Mascaro, joven cineasta de tan sólo 31 años, realiza un ejercicio etnográfico que es bellamente acompañado por la luminosa fotografía del mexicano Diego García, quien también trabajó en la última obra del cineasta tailandés Apichatpong Weerasethakul, un seguro referente del autor de este filme.

Es el trabajo de García, el que perfectamente logra mantener la ilusión contemplativa del documental y quien contiene en cada uno de los episódicos cuadros, todos los elementos necesarios que nos permitirán una inmersión en la mundana cotidianeidad de Iremar y sus compañeros; Galega una bailarina, madre y camionera, Cacá inocente hija de la anterior y Zé, compinche de nuestro protagonista, cuyas vidas resultan ilustrativas para entender o analizar la cambiante y pulsante socioeconomía carioca.

La vida de esta fauna humana vive sujeta al mundo en que se desarrolla. Las vaqueradas y el preámbulo ordinario que las rodea rige totalemente su existencia. Su hábitat y vida ordinaria depende de y por ende, delimita su ser. Detrás de la pasividad narrativa de este ordinario, donde no se sigue una tradicional progresión, detrás de las capas de polvo y tierra que cubren la pantalla y detrás de lo que se retrata, paralelo a lo que en un solo cuadro pero en diferentes campos se captura, existe una indagación profunda, una investigación sobre cuerpos convulsos, seres con premura. Los deseos fashionistas de Iremar, la doble profesión de Galeana, llevan a la demostración de un universo donde los roles de género son cosa de otra era.  Los límites y tradiciones propios de estos roles se ven corrompidos por estos personajes cuya su urgencia corpórea los lleva a la transgresión. Bajo este aspecto, no es casualidad la ruptura de géneros cinematográficos que emplea Mascaro.

Los bueyes participantes de la vaquejada serán siempre observados detrás de cercas. Su momento de libertad, serán unos cuantos instantes: aquellos en los que recorrerán impávidos el rodeo. Su destino, probablemente lo conozcan. Cuando los equinos, estos animales elegantes, domesticados, distantes la brutalidad bovina, los alcancen y sus jinetes se den a la tarea de controlarlos, el instante de libertad habrá pasado. Sin embargo, la agitación permanecerá. El cuerpo podrá estar tirado en la tierra, sin embargo, la excitación incita a no rendirse. Los bueyes, Iremar y Mascaro con Boi Neon, siempre buscan no regresar a las cercas.

Por Pedro Emilio Segura (@PedroEmilio)

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