Un conejo en close up es la primera escena de Xenia, cuarto filme de Panos H. Koutras, director nacido en Atenas. Dido, el conejo, será uno de los ejes del filme; compañía, fundamento y, como su imagen simbólica expresa, transición y ciclicidad. Dany (un delgado, ansioso y adicto adolescente al azúcar Kostas Nikouli) pone más atención a Dido que a su pareja, un hombre de edad madura que besa con fervor su abdomen. Dany tiene el control a pesar de su corta edad (16 años): domina su cuerpo y la situación. Le hace saber a su besador que se va a Atenas por un asunto que luego le contará, pero necesita dinero y saldo en su teléfono; condiciones materiales que proveerá gustoso. El adolescente puberto, de gorra morada y mechón decolorado, comienza su viaje.
Dany va a Atenas en busca de su hermano mayor (heterosexual y protector Nikos Gelia), empleado de un puesto de comida rápida que le da para pagar un departamento compartido. Ody, (diminutivo de Odysseas, referencia evidente al Odiseo de Homero; para los cuates, Uli) y Dany son mitad griegos por la parte paterna y albaneses por la materna; mujer alcohólica que acaba de fallecer. Es necesario encontrar al Sin nombre (su padre) para conseguir dinero y la nacionalidad griega. Cualquier viaje, como cualquier cosa fundamental en la vida, es mejor en compañía. En una Grecia en crisis desde 2010 y ahogada por sus políticas de austeridad, la inconformidad se manifiesta de diversas maneras; una de las más absurdas, la xenofobia: “Hachas y fuego, muerte a los árabes”, “Grecia es de los griegos y los cristianos” son consignas que se gritan en las calles mientras inmigrantes y homosexuales corren para no ser golpeados. En su pesquisa entre bares y lugares nocturnos, Dany se había ligado a Mustafa, un extranjero que estaba de paso. Cuando los “fascistas” llegan en motos a destruir los locales y perseguir gente (pequeñas sectas radicales, rencorosas, dogmáticas y posiblemente vacías, recordemos American History X, Tony Kaye, 1998) Dany es apresado por un policía que nada hace contra la secta motorizada, y sí contra los civiles (un sentido del deber muy parecido al H. cuerpo de granderos aporreadores patrocinados por un tal Mancer). De Mustafa nada sabremos, el pequeño héroe le ha gritado que corra, que corra. Fue necesaria la intervención de Antígona para la liberación de Dany, quien apenas libre, se va a dormir al departamento de su hermano.
Los hermanos comparten un gusto por la música pop (de hecho, el filme es un collage de la cultura pop) de los sesenta; particularmente de la italiana Paty Pravo, única herencia materna. Su viaje a Tesalónica es para encontrar a su padre y también para participar en un reality show en el que Ody pueda convertirse en la nueva greek star. La búsqueda siempre tiene un carácter de detective (Ida, Pawel Pawlikosky, 2014; Carmín Tropical, Rigoberto Perezcano, 2014), los hermanos preguntan nombres y lugares para llegar al Sin nombre. El “Paraíso” (antro nocturno) descompuesto los espera. Tassos entra en escena. Un homosexual de estética kitsch los acoge como si fueran sus hijos y entre ritmos de musical (que nos recuerda las coreografías de Almodóvar en Los amantes pasajeros, 2013) y porros, les da las señas mínimas para seguir: el anonimato toma cuerpo en nombre de un tal Lefteris; candidato de ultraderecha por las mañanas y empresario de la mafia por las noches. El chiste se cuenta solo.
La intolerancia y la pobreza intelectual empujan a Dany a disparar su dolor y frustración. Asustados y perseguidos, los hermanos se adentran en el bosque, uno de los tropos míticos por excelencia; qué mejor lugar para el descanso de la transición, para el asesinato de la infancia, para el entierro de la esquizofrenia. Después de un momento de luto y tregua, Dany y Uli continúan su escape hasta encontrar una construcción abandonada: Xenia, un antiguo hotel, ahora refugio de los refugiados, hospedaje de los extranjeros, cueva de perseguidos.
El filme de Koutras es un vaivén de temáticas que hacen guiños y desaparecen, como el conejo de Alicia, y no terminan de adquirir un cuerpo unitario; por momentos musical, por momentos onirismos que más bien se encaminan a elementos del realismo mágico, cultura pop salpicada por todos lados, una Grecia pobre y en crisis, violencia en forma de xenofobia, elementos literarios, la búsqueda del padre y la identidad (despachada fácilmente en una secuencia tragicómica), nos llevan por un roadmovie que de tan colorido y tan ecléctico, nos sumergen en la madriguera del conejo sin tener el hilo de Ariadna en la butaca.
Por Icnitl Ytzamat-ul Contreras García (@Mariodelacerna)