57 Muestra | ‘Ida’: El cuestionamiento de la fe

Polonia, 1962. Anna (Agata Trzebuchowska) es una joven novicia en espera de tomar los votos para convertirse en monja. Antes de ello  y por instrucción de la madre superiora buscará a Wanda (Agata Kulesza), su tía, quien a su vez es también su único pariente vivo y le informará de sus raíces judías y de su verdadero nombre: Ida. Juntas se embarcarán en un viaje que las llevará a definir no únicamente sus propias creencias, sino también oscuros secretos familiares de un violento pasado.

En Ida (2013), el director polaco Pawel Pawlikowski explora los paradigmas de la fe, contrastando  con previos trabajos como la duplicidad romántica entre mujeres británicas en My Summer of Love (2004) y la oscuridad de un affaire en el thriller La femme du Veme (2011).

Anna/Ida es una muchacha amable, misteriosa, ajena a los aspectos cotidianos de una vida fuera de las paredes del convento al que fue llevada siendo un bebé en 1945, que esconde una belleza detrás del hábito y muestra una convicción muy arraigada con respecto a los preceptos religiosos y a su vocación. Aunado a ello, el forzado viaje no sólo la lleva hacia el descubrimiento del destino de sus fallecidos padres, sino a experimentar también una catarsis personal tras conocer y convivir con la tía que estuvo desaparecida casi toda su existencia.

Ambos personajes, tan diferentes entre sí, necesitan uno del otro no únicamente para llevar a cabo una búsqueda, sino que el resultado del viaje las instará a reevaluar sus respectivas identidades. Wanda es una ruda magistrada, escéptica ante cualquier tema religioso, con una conflictiva crisis personal y un prestigio perdido como ex funcionaria del partido comunista por sus problemas con el alcohol, acompañado por sus propios remordimientos y resentimientos.

Pawlikowski, en su propio guión en colaboración con Rebecca Lenkiewicz, además de entretejer a manera sutil los problemas de la fe y las resoluciones personales, vislumbra el terreno político con las secuelas de la turbiedad a la que su propio país de origen fue sometido en tiempos de la ocupación Nazi, entreviendo la hostilidad entre los supervivientes y los fantasmas de la guerra, las diferencias generacionales en creencias y comportamientos, las raíces judías y la religión católica.

La premisa en esencia es simple, pero crece en grandes proporciones, dotada de imágenes intimistas y poderosas que enaltecen el trasfondo de cuestionamientos personales, religiosos y políticos (los cuales nunca pierden su importancia uno ante otro), con una fotografía en blanco y negro que da belleza a la austeridad en la que se desarrolla el relato entre el campo, el convento, los lugares de estadía y la carretera, en ocasiones acompañado por música local de la época entre tocadiscos, presentaciones y estaciones de radio. Todo ello, sostenido por las sólidas actuaciones de sus actrices estelares y con una duración ideal de poco más de una hora en la que no sobra ni falta nada qué contar.

Ante una amalgama de etérea reflexión, bien delineados personajes y  una serena emotividad, Ida se convierte en una de las cintas más representativas de Polonia en años recientes, colocando una vez más a su cine en la mira gracias al periplo de dos mujeres en tiempos de posguerra.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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