En 47 ronin: la leyenda del samurái (47 Ronin, 2013), una banda de guerreros debe vengar la muerte de su maestro a manos de un rival político, aun a sabiendas de que sus actos sólo les acarreará consecuencias funestas… su única esperanza para cumplir su misión es la ayuda de un mestizo llamado Kai (Keanu Reeves).
El heróico relato de los 47 es una de las historias más populares de Japón, ha sido llevada a la pantalla grande en diversas ocasiones con varios grados de éxito. No hay que ser un experto para notar el atractivo, es una trama llena de valores y actos llenos de bravura.
La nueva versión comandada por el director debutante Carl Rinsch brinda una mirada occidental a los hechos, casi todo en esta película se siente hecho por un turista y el hecho de estar hablada en inglés no ayuda a dejarse conquistar. Seguro Rinsch es fan del chambara nipón, sin embargo su mano entrega un montaje bastante plano y predecible.
Además, para una cinta que costó unos 170 millones de dólares con un sólo actor en la nómina de sueldo abultado, el trabajo de efectos especiales resulta algo disparejo, mezclando secuencias bien logradas –un par de criaturas místicas– con decisiones bastante cuestionables que llevan a la risa –como esos hombres lagartija del bosque.
El inmutable rostro de Keanu Reeves tampoco es de gran ayuda a la hora de transmitir algún tipo de emoción. Recita sus líneas con la convicción de quien se prepara un huevo hervido para el desayuno, no importa si es un intercambio romántico o un amenazador discurso ante algún rival. En otros momentos apenas y las murmura.
Keanu es imperturbable, aunque probablemente no sea su culpa. Desde el éxito de Matrix (1999) de los Wachowski, directores y productores le han pedido que repita el papel de Neo en diversas ocasiones. Rinsch opta por un pedir algo similar y los magros resultados quedan a la vista.
47 samuráis se están revolcando en su tumba.
Por Rafael Paz (@pazespa)
