35 Foro | ‘Nobi. Disparos al amanecer’: Inútil guerra

La guerra no tiene sentido y está perdida antes de comenzar. Esa es la conclusión a la que han llegado cineastas tan diversos como Stanley Kubrick (Cara de guerra), Carlos Enrique Taboada (La guerra santa), Francis Ford Coppola (Apocalipsis ahora), Fernando de Fuentes (Vámonos con Pancho Villa), Jean Renoir (La gran ilusión) o Gillo Pontecorvo (La batalla de Argel). A esa extensa lista podemos sumar el trabajo más reciente de Shin’ya Tsukamoto: Nobi. Disparos al amanecer (Nobi, 2014).

Usando como base la novela Hogueras en la llanura de Shohei Ooka, misma que sirvió de respaldo al largometraje de 1959 firmada por Kon Ichikawa, la cinta cuenta los últimos días de la ofensiva japonesa en Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial. Ahí, el soldado Tamura (el mismo Tsukamoto) sufre de tuberculosis y es enviado al hospital para recibir tratamiento. Al llegar, los doctores lo regresan a su destacamento por no estar enfermo de gravedad. Es sólo el principio del peregrinaje de nuestro protagonista a lo largo y ancho de la isla en la que se encuentra.

Siguiendo la línea marcada por sus anteriores trabajos –el más conocido quizá sea Tetsuo (1989)–, el cineasta de origen japonés está más preocupado por generar cierto estado mental con su trabajo que en desarrollar una narrativa convencional. La puesta en escena y la edición apuntan a contagiar cierto estado de paranoia/soledad a los espectadores. Nuestro soldado es un hombre fuera de ambiente. Claro, porta el uniforme y sus manos cargan un rifle, pero su alma se ausenta. Incluso sus compañeros de armas le recuerdan constantemente que es un intelectual, no un hombre de acción.

Las escenas están imbuidas de un frenesí de fiebre que va escalando conforme avanzan los minutos y los padecimientos del personaje principal. Los cortes se apresuran, los colores se saturan y la cámara incomoda con sus close-ups. La locura se ramifica poco a poco hasta adueñarse de todo. A diferencia de la versión filmada en los 50, donde la estabilidad mental de todos los involucrados en el combate se ve trastornada, a Tsukamoto le interesan sus efectos más evidentes: la carnicería del combate y la ruptura de límites sociales que provoca.

Para Tsukamoto, una sociedad en guerra no tiene futuro porque sus hombres no sobreviven enteros la experiencia. El conflicto nos separa de nuestro lado más humano. Cuando éste desaparece no somos más que animales consumiendo otros animales.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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