10 esenciales: In Memoriam Robin Williams

Ha sido un año lleno de partidas, no parece pasar una semana del calendario sin que alguna figura del séptimo arte nos deje. El turno le llegó a Robin Williams, quien tenía 63 años al momento de partir. Conocido por sus lances cómicos y por una ruidosa presencia, Williams empezó como muchos en el negocio de las risas haciendo stand-up. De ahí saltó a la televisión hasta llegar al mundo del cine. Su primer gran protagónico fue Popeye (1980), de Robert Altman. Williams ganó en 1998 el Oscar a Mejor Actor de Reparto por su trabajo en Mente Indomable y seis Globos de Oro, incluyendo el Cecil. B DeMille Award en honor a su trayectoria cinematográfica.

Ícono indiscutible de las últimas tres décadas del cine estadounidense, la carrera de Williams estuvo llena de altibajos y enfocada principalmente a la comedia; sin embargo, los pocos papeles dramáticos en su curriculum son indelebles. En Butaca Ancha nos dimos a la tarea de elegir diez obras que abarquen el espectro más amplio posible, una decena que les ofrezca una mirada a las muchas facetas del actor y los anime a adentrarse un poco más en sus proyectos.

Aquí nuestra selección: 

Pescador de ilusiones (The Fisher King, 1991)

Jack Lucas (Jeff Bridges) es el arrogante y exitoso conductor del programa radiofónico más escuchado en Nueva York, cuyos mordaces comentarios y su falta de corrección política le han permitido escalar los más altos peldaños del medio. Sin embargo, las cosas se salen de control cuando, incitado por los corrosivos comentarios de Jack, un radioescucha lleva a cabo una sangrienta masacre en un bar de la ciudad ante la estupefacción del locutor, quien cae en desgracia. Años después, y tras un frustrado intento de suicidio, conoce a Parry (Robin Williams), un perturbado indigente, quien resulta ser un ex profesor de historia y víctima colateral de la matanza, lo que motiva a Jack a emprender una singular odisea al lado de Parry en busca de la redención personal… y del Santo Grial. Después de Brazil y Las aventuras del Barón Munchausen, Terry Gilliam consiguió una interesante reflexión sobre la culpa, el absurdo y la paranoia de la gran urbe, la cual se apoya en un guión inteligente, la estupenda química entre los protagonistas y una presentación visual plena de atmósferas góticas sumamente atractivas en un film tan emotivo como entretenido.

Aladino (Aladdin, 1992)

Vertiginosa labia como un arma de empatía y un ingenio más rápido que agudo, el humorismo del finado Robin Williams se convirtió en el vehículo ideal para un genio maniaco-depresivo, dueño de un inmenso y noble poder pero esclavo de la avaricia y el egoísmo humano en el memorable filme animado Aladdin de la dupla creativa Musker y Clements. La imparable y característica verborrea de Williams hicieron del Genio una de las creaciones más emblemáticas en el campo de la animación, que se encontraba en perfecta sincronía con su dinamismo, inyectando a Disney con una fuerte dosis de asociaciones y anacronismos pop, que lo mismo invocaban a Ed Sullivan, Jack Nicholson o Arsenio Hall. La improvisación de Williams, libre y peligrosa, dotó a los animadores de largas horas de material, que habrían de verse contenidas en 90 minutos. Parafraseando al Genio: “poderes cósmicos, fenomenales y todo… aquí dentro de esta lamparita”.

Papá por siempre (Mrs. Doubtfire, 1993)

Quizás el de la señora Doubtfire es el rol más completo entre los papeles cómicos de Williams, pues abarca todos sus rangos: desde el chiste natural y aparentemente improvisado, hasta la imitación, uno de sus dones más aplaudidos en sus actuaciones en vivo. Lo fascinante de la interpretación de Williams como la señora Doubtfire, una fachada que inventa su personaje para poder acercarse a sus hijos a pesar del divorcio, es que no nos muestra una mera imitación de una señora británica, sino a una señora británica interpretándose a sí misma. Cuando está solo, claro, se desborda la locura típica de Williams, como cuando, disfrazado de la señora Doubtfire, baila una canción de Aerosmith, pero en presencia de su ex esposa llega a reflejar una melancolía que nos deja ver al padre de familia emocionalmente desahuciado, destrozado por ver cómo ella reconstruye su vida con otro hombre. Las capas de personalidad que logra trascender Williams son extraordinarias y, a pesar de tratarse de una cinta menor en la historia del cine, para él fue una plataforma con la cual abarcar todos sus talentos cómicos en una sola actuación.

Los enredos de Harry (Deconstructing Harry, 1997)

Dentro de la inmensa filmografía de Woody Allen, Deconstructing Harry es una de sus cintas imprescindibles; quizá su obra más innovadora de los noventa. Una de las razones es, sin duda, Robin Williams. En un papel más bien de reparto, aunque significativo, Williams interpretó a Mel, una de las creaciones literarias del personaje titular (Allen). En una escena inolvidable, las cámaras intentan enfocar a Mel sin éxito; el problema, sin embargo, no es el lente de la cámara, sino el propio Mel, que se encuentra “fuera de foco.” Literal. Mel no lo entiende, su esposa se preocupa por él, aunque su hijo se burla (“papá está fuera de foco, papá está fuera de foco”). La imagen borrosa de Williams es un gran momento de originalidad, de esos que rompen las reglas del cine. En consecuencia, Martin Scorsese y Francis Ford Coppola recordaron esta escena cuando, a finales de los noventa, los cuestionaron sobre cuáles eran sus filmes contemporáneos favoritos. Williams no volvió a trabajar con Allen, pero un par de escenas bastaron para que esta combinación de leyendas dejara huella.

Mente indomable (Good Will Hunting, 1997)

En contraste con las exploraciones de su homosexualidad y las contemplaciones cuya inusual edición lo llevarían a Cannes, Gus Van Sant se hizo de un éxito con Mente indomable, escrita por Matt Damon y Ben Affleck. El gran ganador de esta cinta, sin embargo, fue Robin Williams, quien consiguió un Oscar como mejor Actor de Reparto por su interpretación del psicólogo que intenta sacar a un brillante conserje de sí mismo no para entregarle su talento al mundo, sino para darle su alma a la vida que eligiera. Los radiantes ojos de Williams, uno de sus grandes artificios faciales que usaba para la conmoción, son aprovechados por Van Sant para expresar la inmensa vida interna de hombre que ha experimentado la pérdida, pero está satisfecho de haber tenido ese algo que perder. No hay rastro del maniático que nos hizo reír en sus comedias y sesiones de stand up. Sólo hay un hombre. Afortunadamente, los guionistas y Van Sant logran una naturalidad, particularmente en el lenguaje, que le permite a Williams expresarse libremente, diciendo vulgaridades y manifestándose como una presencia henchida de pasado. Lo que podría haber sido una interpretación más en una cinta inspiracional se convierte en un evento magnífico, donde Williams mostró sus poderes bajando su voz, desacelerando su ritmo frenético.

Flubber, el invento del siglo (Flubber, 1997)

Bajo ninguna circunstancia Flubber es una obra maestra, o siquiera una buena película. No importa que al Profesor Frink le gusten las películas de Mel Gibson, aun cuando no salga Flubber. Sin embargo, es un buen parámetro para comparar y analizar las mejores actuaciones de Williams, aquí haciéndola de científico brillante aunque olvidadizo. A pesar de la falta de profundidad en su personaje o de lo torpe de su comportamiento, Williams parece estar pasando un buen rato y dota a sus escenas de cierta chabacanería que no logra rescatar el proyecto pero lo hace más llevadero para los papás. Los niños corrieron a comprar su cajita feliz. 

Death to Smoochy (2002)

Sublimando la personalidad de Krusty el Payaso con dos onzas extra de ira y resentimiento, Williams encarna al animador infantil Rainbow Randolph, un ídolo que cae en desgracia y pierde todo cuando su lugar es ocupado por la cursi y bonachona botarga Smoochy (Edward Norton). La envidia y los celos profesionales hacen que el choque entre conductores sea inminente. Enviada directo a los formatos caseros en nuestro país, Death to Smoochy debe ser la comedia más negra en la carrera de Williams, con tanta bilis que no resulta extraño su fracaso en taquilla. En Estados Unidos apenas recaudó ocho millones de dólares y alrededor del mundo registró unos paupérrimos 18 mil dólares sobre sus 50 mdd de presupuesto. A pesar del fracaso, el actor ofrece uno de sus mejores desempeños, canalizando toda su furia en la mirada y explotando como una olla de presión de manera memorable sin temor a ensuciar su aura cómica.

Insomnio (Insomnia, 2002)

Will Dormer (Al Pacino) es un veterano detective de Los Angeles, quien es comisionado para viajar a un pequeño poblado de Alaska con el fin de resolver el brutal asesinato de una adolescente. Dormer (quien padece severos problemas de insomnio) llega al lugar en compañía de su entusiasta compañero Hap (Martin Donovan) y la joven e inexperta (pero muy sagaz) aprendiz Ellie Burr (Hilary Swank). Las pesquizas de Will y su equipo señalan como principal sospechoso a Walter Finch (Robin Williams), un aparentemente taciturno y ermitaño novelista. No obstante, el asunto toma un giro trágico cuando, a punto de atrapar a Finch, Dormer mata accidentalmente a Hap, y la rutinaria investigación se transforma en un tortuoso juego del gato y el ratón, donde el abrumado detective ademas de buscar sobreponerse a su aflicción física (la cual se ve potenciada por las interminables “noches blancas” del lugar) debe emprender una carrera contra el tiempo para detener al meticulosamente astuto homicida, mientras lucha con sus demonios internos. Previo a su consagración como un inteligente fenómeno comercial con la Trilogía del Caballero Oscuro, Christopher Nolan elaboró un atinado remake de la cinta realizada en Noruega por Erik Skjoldbjaerg apenas cinco años atrás, confirmando las virtudes ya demostradas en sus trabajos anteriores, con un guión consistente y preciso, ajeno a los convencionalismos propios del género, además de una estupenda dirección actoral, revelando la delgada antítesis entre el experimentado detective encarnado por Al Pacino (en un papel que le vino como anillo al dedo al veterano actor) y la personalidad fría y calculadora de Finch, una sorprendente interpretación que mostró a un Robin Williams capaz de sacar adelante a un funesto personaje muy distinto a lo acostumbrado.

Retrato de una obsesión (One Hour Photo, 2002)

La pretensión de la seriedad  muchas veces lleva al pecado de la vanidad, sobre todo en el caso del actor cómico que desea despojarse de la mueca y entregarse a un intenso histrionismo, pero Williams abrazaba su naturaleza melancólica con tal simpleza, que el resultado era escalofriante. Ya habiendo obtenido su pelón de oro por Mente indomable y habiendo explorado facetas más oscuras en Insomnio de Christopher Nolan y Death to Smoochy, Williams desaparece en la tenue tez de Sy Parrish, un empleado de un kiosco de fotografía que genera una obsesión patológica con una familia, coleccionando sus fotos y llegando al más extremo acoso. Un brutal reconocimiento de la oscuridad presente en su registro actoral y afectivo, Williams sortea con clase las trampas de la representación típica y entrega un trabajo que devela de manera gradual, lleno de matices y formas amorfas que se van alineando para formar una imagen clara, igual que una fotografía en su proceso de revelado.

Bonus TrackMultiple Exposures (2013)

Siempre es complicado tratar de resumir la carrera de un actor cuando su muerte es tan inesperada; los sentimientos y la nostalgia se mezclan nublando la visión. El cortometraje Multiple Exposures engloba bastante bien las múltiples cualidades como interprete de Williams. Descanse en paz.

Comentarios por Alonso Díaz de la Vega (@diazdelavega1), JJ Negrete (@jjnegretec), Eric Ortiz (@ElMachoBionico), Venimos, los jodimos y nos fuimos (@venimosjodimos) & Rafael Paz (@pazespa)

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